Como es bien sabido, la sociedad actual experimenta un aumento de la esperanza de vida, en parte, por los avances médicos y el incremento de la calidad de vida. Además, el modelo de familia en el que “la gran cuidadora” era la mujer, ha variado significativamente al incorporarse al mundo laboral. Estos tres aspectos, entre otros muchos, aumentan la soledad en nuestros/as mayores, que es el tema a tratar en este artículo.

La soledad en sí, el estar solo/a y disfrutar el tiempo para uno/a mismo/a, no supone un problema, pero sí el sentirse solo, traduciéndose en una necesidad sentida (y en muchos casos expresada) de abandono o carencia de apoyo. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera un problema de salud, que se entiende como “no sólo la ausencia de enfermedad, sino como un estado completo de bienestar físico, mental y social”. Por otro parte, se contempla la soledad como “una cuestión que atenta contra los derechos humanos y se considera un tipo de maltrato”, en aquellos casos en los que se podría evitar dicha situación.

Llegados a este punto, se entiende que la soledad es un problema social (puesto que afecta a un porcentaje alto de la mayoría de la sociedad; según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2018 habían 4.732.400 (un 43,1%) personas de 65 años o más vivían solas en España, y casi un tercio eran mujeres), y que además afecta a la salud física y mental, derivando en un aumento de morbilidad (número de personas con riesgo de padecer una enfermedad).

Los seres humanos somos animales sociables por naturaleza, por ende, las consecuencias que conlleva la soledad y el no tener una red social estable en la que apoyarse podrían ser las siguientes:

Depresión o ansiedad, debido al sentimiento de sentirse solo/a

Conductas adictivas, como el tabaquismo o el alcoholismo

Sedentarismo, aumentando el riesgo de padecer alguna enfermedad ósea como la artrosis

Mala alimentación, incrementando las posibilidades de sufrir diabetes, obesidad o algún tipo de enfermedad cardiovascular

Infecciones por falta de higiene

Riesgo de sufrir un accidente doméstico

Notable deterioro cognitivo, pudiendo originar demencia senil.

– Influye en la calidad del sueño, o bien se podría sufrir hipersomnio (exceso de sueño) o bien insomnio (carencia de sueño). El insomnio es un mecanismo genético, neuronal y evolutivo de supervivencia que nos mantendría despiertos/as para poder protegernos de ataques externo, es decir: cuando una persona se siente y está sola, inconscientemente, adopta una actitud de hipervigilancia, ya que no tiene en quien apoyarse y solamente se tendría a sí mismo/a para hacer frente a los posibles peligros que puedan suceder mientras se duerme.

Todo ello, hace que la población mayor esté sobremedicada para paliar todas las posibles enfermedades derivadas del sentimiento de soledad, cuando en realidad, la única cura para éstos es sentirse útil, practicar el envejecimiento activo y rodearse de gente que te quiere, te escucha y se preocupa por ti.

El hacerse mayor supone un deterioro cognitivo y físico, por lo que la discapacidad y las situaciones de dependencia están a la orden del día en este sector poblacional. Los recursos sociales con los que cuentan van desde servicios de asistencia continuada como las residencias geriátricas, pasando por el Servicio de Ayuda Domicilio (siendo esta la opción más beneficiosa para las personas mayores, ya que se les mantiene en su entorno habitual), hasta servicios de apoyo y ocupación del tiempo libre, como los Clubs de Convivencia para mayores y/o los Centros de día o noche.

Otra alternativa creciente es el llamado “cohousing” o vivienda colaborativa, entendido ésta como un modelo cooperativo y comunitario en el que los domicilios se encuentran unos al lado de los otros o en forma de edificio. Cada vivienda está adaptada a las necesidades individuales de cada inquilino/a, además de contar con espacios comunes donde dedicarse al ocio (parecido a una urbanización, pero sin la compra o venta de los inmuebles).

Ante esta problemática creciente, es menester poner soluciones rápidas y eficaces, ya que la vejez es una etapa del ciclo de vida por la que TODOS/AS, al fin y al cabo, vamos tener que pasar. Por ello, es un deber por parte de las familias y/o amigos/as de nuestros/as mayores y la comunidad en general, junto con los Servicios Sociales y la Salud Pública, de hacer frente a esta situación generalizada. Las campañas de sensibilización y concienciación social acerca del tema podrían ser una alternativa eficiente para la consecución de nuestro objetivo clave: que la situación de dependencia o el tener una discapacidad que afecte a la realización habitual de la vida diaria, no suponga un hándicap para desarrollarse personal y socialmente.

Fuente:
– Organización Mundial de la Salud
– Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria
– Instituto Nacional de Estadística